12. Satisfyer



"La fiebre atrae el canto de un pájaro andróginoy abre caminos a un placer insaciableque se ramifica y cruza el cuerpo de la tierra".        (Álvaro Mutis)



Es placentero o al menos a mí me lo parece ver u oír que alguien se da placer. Comenzó justo cuando me acostaba. No le presté mucha atención pues estaba sumido en la lectura de La sala Marte. A poco de que me venciese el sueño me desperté sobresaltado por los gritos del goce. Entonces sí escuché con atención. No había dos, sino una mujer sola. Pronto supe de donde venían. Del tercero, pero no del tercero de mi comunidad, donde antes había vivido una pareja ya muy mayor cuando volvió de Buenos Aires. También ellos me despertaron alguna noche con arrumacos amorosos. Eran breves pero llamativos para su edad. Esta vez era del tercero de la comunidad vecina. Tenía puesta la radio con música ochentera, aunque la mujer era relativamente joven. No creo que sobrepase los treinta. La conocí. Una mañana una tromba de agua reventó el techo del baño pequeño. Menos mal que estaba en casa. Calculé mal y subí furioso a casa del vecino del segundo. No era él. Todos los grifos estaban cerrados, no había vías de agua suelta. Oímos la pared de donde venía el desastre. Arriba, el tercero, pero de la otra comunidad. Bajé corriendo, llamé, subí. Una abuela, una chica con jersey de angora, guapa, el pelo suelto ensortijado a lo afro, un chico más joven. El salón amplio, butacas, futones, desordenado pero cálido. Luego volví dos o tres veces más, el mismo desorden familiar, los mismos huéspedes, simpáticos, acogedores.

Pasó la sesión de placer, los grititos callaron, la música siguió, conseguí concilar el sueño. Más tarde, no fui controlando la hora en el despertador, volvieron. Supuse que estaba sola, que ya no había abuela, tampoco hermano. Los gritos ascendían hasta llegar al clímax y cesaban hasta que sólo quedaba la música. A la tercera golpeé con fuerza la pared no porque me disgustase lo que oía sino porque la música me impedía dormir. No oyó los golpes o no quiso oírlos concentrada en el juguete como estaba.

Y así siguió la noche, con grititos y despertares y el molesto fondo musical. Me sorprendió que el resto de los vecinos no la mandase callar. El despertador me sacó de la cama a las 7'30. Justo en ese momento se apagó la música.

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