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Mostrando entradas de marzo, 2020

91. Cayo

Hoy es día frío, más que ayer. La poca gente por la calle va enguantada y tapada hasta la coronilla . No sé si han visto las peores cifra, las de hoy . Las acab o de ver . El periódico que prefiero está agotado. No quiero comprar ningún otro. Leer periódicos o ver teles es un asco. Exculpaciones por un lado, críticas por otro. Hay columnistas a los que ya leía a medias y ahora compruebo por qué. Los que antes se expresaban con disimulo, ahora lo hacen sin contención. Es más importante, para ellos, mantener la fe que informar con precisión. Esto está sacando lo peor de cada cual. Qué discusión larga y tonta en el pasillo, entre la médica y una familiar. Hay que cumplir las normas, nos estamos esmerando en seguir protocolos estrictos , y la otra, las cumplimos y tal y tal, las cumplimos y tal y ta, y vuelta a empezar. Solo se ha acabado cuando a la familiar le ha sonado el móvil a todo trapo y se ha puesto a hablar con una tal Mónica, dejando ir a la doctora . En su cabeza n

90. Minúsculos copos de nieve.

Hace frío de verdad, a punto de nieve. Los datos no amainan. Alguna vez decaerán , pero habrá otros más preocupantes, porque se hundirán sin cesa r , o nos hundiremos con ellos, en un pozo no se sabe cuan profundo y ancho. Es el momento de la desesperanza. Querría escribir lo contrario. Espero el día en que lo pueda hacer. Es de no creer, pero venir a tu habitación es entrar a un remanso de paz, sin información, sin teles encendidas. El mundo exterior no llega aquí, la historia se ha detenido. Para ti está a punto de arribar a la línea de llegada. Qué parlanchina estas hoy. Tenía que haberte grabado. Una conversación en toda regla. Me miras de frente, con los ojos bien redondos, aunque pequeñitos, también los ojos te han encogido. Ha ces frases con sentido, de las que no te oía en mucho tiempo. Hasta lúcida me has parecido, al menos una lucidez a medias. Te pregunto y me respondes de forma fluida, sin dudar. Con una retahíla de nombres en tus labios, a veces acerta

89. Un domingo soleado de marzo

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- Cómo te encuentras. ¿Te ves con fuerzas? - Sí Es un sí prolongado y débil. - ¿Sabes en qué año estamos? - Sí - Te queda poco para llegar al año en que naciste. ¿Lo sabes? Sabes qué año era. - Sí - 1928. Naciste en el 28, gobernando Primo de Rivera, cuando el año se acababa, un 28 de diciembre. Te voy dando los cuencos de crema de arroz y de abadejo a la riojana. Qué añadirá, lo de riojana. Cuando cambio de cuenco haces un gesto de disgusto , hasta que te acostumbras y entonces t e lo tomas entero . Las natillas, sin añadidos, no son más que natillas. Veo que agradeces la suavidad, s u frescura. Aparecen personajes en las sombras de tus sueños, un padre y su hijo pequeño. Y un jueves. Qué sucedería ese jueves tan lejano, quizá un momento feliz que se fijó en alguna conexión neuronal. Te pregunto quiénes son, qué día era ese, pero no respondes. - Le tenía miedo y se llamaba Tomás. Se llamaba Tomás. - Quién era. ¿Te acuerdas? Inten

88. Épica de la resistencia

Miras El País a esta hora, más allá del mediodía, y los honores de portada no se los llevan las cifras, crudas, inasumibles (aunque no queda otra), sino este titular: Michel: “¿Tenemos acuerdo, Pedro?” Sánchez: “No. Así es inaceptable”. Así fue la tensa cumbre de la UE.   Cómo si hubiese una épica de la resistencia. Pobre sánchez, pobres periodistas, pobre país. Me ha parado la policía por primera vez en un control. Quién iba delante ha dado muchas explicaciones, le han dejado pasar. No me han preguntado nada al ver mi pase del hospital. Asustan las cifras. Qué la cosa no pare, que no decaiga la curva. Tanta improvisación. Que sánchez no acepte un gobierno de todos para todos. Si esta no es una situación extrema, cuándo lo será. Nos estamos perdiendo la primavera, los días más hermosos del año. Asociamos la primavera a cosas buenas que nos han ocurrido, a nosotros y a la humanidad. La del 2020 será un mal recuerdo. No tienes fuerzas ni para decir, Bien , como ot

87. Asintomáticos

Debe ser cuestión del tiempo que hace. Ayer, frío, la gente se queda en casa, hoy, bienaventurada primavera, a la calle todo el mundo. A mí no me parece mal, siempre que se sea estricto con las normas. N o siempre es así. La gente se para y conversa muy próximos y sin mascarilla. En el súper y en la calle. M e he encontrado con Vikka, un montañero, con el que, en la Sierra del Segura, he compartido habitación . Hemos hablado de acera a acera, casi a gritos. Sigue trabajando y eso le permite salir a la calle, dice. Ho y estás menos habladora. D ices que no, que no tienes fuerzas para ir a la calle a disfrutar de la primavera. La doctora también dice que no, que no estás en condiciones para volver a casa, que ti e nes presi o nes bajas en las tomas . Me repite, que estás en un lento proceso de apa g amiento. A la salida del hospital tres jóvenes charlan. Uno con mascarilla de pie, las otras dos sin ellas, sentadas. Es una irresponsabilidad. No cunde la idea de los jóven

86. Quiosquera

Hay cosas que no comprendo.  Qué nadie me podrá explicar.  Si ya hemos sobrepasado en cuarentena. Los días en que la enfermedad incuba.  Por qué siguen disparados los casos de infección.  Tendría que parar y descender la curva.  ¿No? Hace frío, aunque a ratos sale el sol. No vamos a pasar de ocho grados. Será por eso que hay menos gente en este barrio de Fuentecillas, cuando vengo al hospital. O quizá asustan las cifras que se van conociendo cada día. No hay cola en el Mercadona, ni en el quiosco. Algunos en la panadería. Charlo un rato con la quiosquera, Le explico el mejor método que he encontrado para hacerse una mascarilla que cubra toda la cara: una gorra y una lámina de plástico pegadas con cinta americana. Dice que ayer se la ofrecieron y la rechazó, nunca se toca la tara, me asegura. Suerte que tienes, le digo. Como siempre voy a toda prisa no me había fijado en su cara. Es guapa. Tampoco en las escaleras del hospita l hay gente . Muda la primera planta y m

85. Vuelves

También hoy estás en una silla junto a la ventana. Pero hoy te veo menos espabilada que ayer. Inclinada hacia un lado, adormilada, ojos cerrados, no contestas. La cabeza en el aire por más que me esfuerzo en que la apoyes en el respaldo. Los brazos cruzados, llenos de marcas, huellas de las punciones para buscarte la vena. Subes el brazo, extiendes la mano derecha como si quisieses coger algo. Qué sucederá en tu mente. Haces gestos mudos con la boca, los labios. El hospital es un remanso, al menos a esta hora del mediodía en que vengo. Alguna trabajadora en los pasillos, una conversación baja en una habitación. No quiero saber lo que ahora ocurre en el HUBU distante, el estrés, la desolación Dices, hablando contigo: Ahora me acuerdo de esa pobre mujer, con ocho pesetas para gastar . Y luego: Esa señorita, con ese gran esfuerzo . Ese hablar sola era algo que había desaparecido de ti durante semanas y ahora vuelve.

84. Desconcertado

Estoy desconcertado. Es posible que esta sea una frase que describa lo que nos sucede, por lo menos a aquellos que no hemos entrado en pánico o no todavía. Pero mi desconcierto de hoy no tiene un tinte negativo. Al contrario. Estoy en el coche esperando a que me llame Mari Paz para subir a verte. Te da la comida. Yo leo el periódico del día. Nada reseñable, porque este estado de excepción en el que vivimos se ha convertido en rutina. Uno se acaba acostumbrando a todo. Los que vivían dentro de una guerra, sabemos por experiencias pasadas, allí donde no estaba el frente, seguían haciendo su vida. También ahora hay un campo de batalla con soldados en el frente, caídos y hospitalizados, y el resto vivimos en el impasse, encerrados, pero viendo por la pantalla lo que sucede. Mi desconcierto es otro. Me llama Mari Paz y me dice que estás sentada en una silla. ¿Cómo? Cuando nos damos el relevo y subo, lo veo. Estás sentada en una silla tumbona junto a la ventana. En camisón, con la sábana

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T e he visto más despierta que otros días. Hemos podido conversar un rato, sorprendentemente. Me has mirado al llegar, como reconociéndome. - ¿Qué tal estás? - G ibada - ¿Qué te duele ? - La cabeza - ¿S olo la cabeza?, ¿algo más? - ¿Te parece poco? - ¿Una parte de la cabeza? - La cabeza, toda - ¿Tienes frío? - Calor voy a tener - ¿Has dormido bien? H as hecho un gesto afirmativo y te has hundi do en el sueño, en el duermevela o en ese estado en que casi siempre estás . E n el sueño algo se mueve dentro de ti . A lguna cosa aparece en el movimiento de los labios, en los sonidos que emites. Llega la comida. Te pregunto otra vez si sabes dónde estás, pero no dices nada. Vas pasando a buen ritmo la crema de carne de cerdo hasta que parece que te atragant a s. E s pero. - ¿Quieres algo más? - Un poco. La crema de coliflor te la tomas en un suspiro, como el yogur de vital í nea que asegura contribuir a una dieta equilibrada y a la activ

82. Sirenas

Hoy es el cumple de Blanca. No habrá modo de celebrarlo. Las calles, hoy sí, están vacías o casi. Algún coche. Circulo lentamente, toda la calzada es mía. El tiempo no tiene valor. La quiosquera me atiende detrás de una mampara de cristal, no la tenía otros días. sentada. Comentamos algo, no sé qué. El periódico dice cosas que no dice WhatsApp, cosas que la gente no leerá, que no lee habitualmente pero que si leyera vería la vida de otro modo, no con la simplicidad con que lo hace, con mayor independencia. Información veraz es independencia. Te da la comida Mari Paz. Espero en el coche leyendo el periódico . Cuando subo, ella baja. Pareces más espabilada, mucho más que ayer, quizá porque la comida y tu hija te han despabilado . Tenemos algo parecido a una conversación. Incluso me respondes que en San Andrés, cuando te pregunto si sabes donde estás, y después que estás luchando, y que luchas por la vida. Eso has dicho o he creído entender , tras sucesivas preguntas , aunque p

81.

Creo que el hilo que te une al mundo es más fino que otros días. No me respondes esta vez, como si te faltasen del todo las fuerzas o estuviesen al mínimo. Un a rendijita de luz entra en tus ojos. Tu mejilla hundida es cálida, no sé si tienes frío. T e arropas sujetando con tu mano derecha la sábana. Hoy ha llegado la primavera con unos poquitos centímetros de sol para aliviar el manto de desolación. Un sol minúsculo que apenas puede con la niebla. He visto una larga cola en el Mercadona, otra más pequeña en el estanco. Pasea gente por La Isla, como ayer, pero menos . Mueves ligeramente los labios como si quisiese s decir algo, pero lo que sea no llega a suspiro. Abres la boca y te adentras, te sumes en lo profundo, cerca de la inexistencia . Un ligero hipo. Abres un poco los ojos, parece que me veas, mis ojos se cruzan con los tuyos . Te acaricio y los vuelves a cerrar.

80. Hilillo

Las flores de l cerezo japonés que lucía bajo la ventana han perdido casi tod o s sus pétalos y las que aún permanecen no brillan, como los plátanos y abedules des h ojados de enfrente. Te encuentro sumida en la inconsciencia, aunque me dices que estás bien. Haces una tos tan flaca que es inaudible. Miro por la ventana a los paseantes solitarios, sin nada en las manos, salvo un móvil, algunos, o la correa de un perro, otros. ¿Son insolidarios con la población confinada o buscan su propia salvación? Hay camionetas de transporte, furgonetas, coches y hasta motos. Dos cigüeñas planean sobre el río. Vuelves hacia la ventana tu rostro enflaquecido, medio abierta la boca, todavía no como escultura de cera, los ojos legañosos, tu piel con pecas, el pelo blanco alborotado. Un hilillo de aire te une al mundo. Veo a un hombre menudo parado en medio del paseo bajo un gran ejemplar de una rara especie de pino, cubierto entero salvo las manos. Algo tiene en ellas. Me cuesta adivinar. Cru

79. Observatorio

Todo lo que hoy veo, gente con guantes, gente con mascarilla, distancias en la cola de Mercadona, a la entrada y en la caja, distancias entre la gente que se encuentra y habla, todo eso lo veo hoy en serio por vez primera. Eso no se ha hecho antes. Desde el día 8 se podía haber hecho. 11 días perdidos. Sesgo de retrospección, dice sánchez, como si China y Corea y Taiwán no hubieran existido. ¿A quién culpamos? Al rey dicen las cacerolas de la noche. No hacía falta otra cosa, test masivos en la calle, reclusión de asintomáticos, prescripciones clara s para la gente . Nada más que eso. Menos muertos, menos angustia, menos reclusión generalizada como en Corea. Veo, tras los arcos del paseo y bajo la pasarela del puente, el fluir del río indiferente, las ondulaciones de la corriente, los reflejos, siempre igual y siempre diferentes, veo los círculos de flores del parterre, flores de abril en este marzo al que le ha dado por no existir o por ir pasando como si el hombre aún n

78. Plegarias atendidas

Cuidados paliativos. ¿Dejamos que los pacientes mueran solos? Una única visita al día del médico encargado; el cuidado rápido y aséptico de enfermeras y auxiliares con mascarillas, premiosas con la cuchara en la boca, esperando acabar la ronda cuanto antes. Lo han comprendido. Me ha llamado la doctora y me ha dicho que sí, que podía volver a visitarte, hasta tres días a la semana. A ver. Lleg o por fin al hospital. M e dan dos pases para que podamos verte. Han encendido la tele. Antes había que pagar por ella, así el ruido te hace compañía. Tienes los ojos abiertos, pareces reconocerme. Te pregunto, haces frases, aunque la tele rompe la intimidad. No la puedo apagar porque no tengo mando, ni encuentro el botón de apagado y además es mejor que te acompañe cuando me vaya. Me trago todas las intervenciones parlamentarias. Me produce una enorme vergüenza esa falta de respeto a los televidentes enclaustrados. La información convertida en emoción.  Los enfermos y los que todavía