90. Minúsculos copos de nieve.
Hace
frío de verdad, a punto de nieve. Los datos no amainan. Alguna vez
decaerán,
pero habrá otros más preocupantes, porque se hundirán
sin cesar,
o nos hundiremos con ellos,
en
un pozo no se sabe cuan profundo y ancho. Es el momento de la
desesperanza. Querría escribir lo contrario. Espero el día en que
lo pueda hacer.
Es
de no creer, pero venir a tu habitación es entrar
a un remanso de paz, sin información, sin teles encendidas. El mundo
exterior no llega
aquí, la historia se ha detenido. Para ti está a punto de arribar a
la línea de llegada.
Qué
parlanchina estas hoy. Tenía que haberte grabado. Una conversación
en toda regla. Me
miras de frente, con los ojos bien redondos, aunque pequeñitos,
también los ojos te han encogido. Haces
frases con sentido, de las que no te oía en mucho tiempo. Hasta
lúcida me has parecido, al menos una lucidez a medias. Te
pregunto y me respondes de forma fluida, sin dudar. Con
una retahíla de nombres en tus labios, a veces acertados, te
acuerdas de
mi nombre, Jose, y del de tu hija, no recuerdas el de tus padres,
aunque sabes que están muertos, así lo dices, tampoco de tus
hermanos. Dices, Paco, como nombre de tu padre y también de tu
marido. Hablas del pueblo y de la ciudad, que vives con ese señor,
quién,
te pregunto,
pero no sabes de quién pueda tratarse.
No
creo que calle,
dices, después de comer. Mirar
al hombre de la izquierda,
exclamas, con una voz superior a tus fuerzas, cuando ya has entrado en el duermevela. Quizá es que, emocionado, estoy hablando demasiado y me ves como un objeto molesto que
no te deja descansar.
Mientras,
al otro lado de la ventana, revolotean minúsculos copos de nieve.
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