4


Hay dos maneras de evadirse de si, de esquivar al adulto que en nosotros ha de enfrentar la vida, la abstracción y el sentimentalismo. Soy un virtuoso de lo primero, no veo el momento de pensar en el mundo y su organización, la letra escrita es mi droga, también la polémica en que me siento agusto, me espanta, me atormenta la dependencia de los demás, mejor que haya otros que dependan de mí, ser responsable de la vida de otros. Por eso valoro tanto lo que aprendo de ella, la paciencia y la lentitud. Quizá al final se nos juzgue, por el tribunal de la propia conciencia, no hay otro, por cómo hemos tratado a nuestro prójimo cercano.

Noto cómo a cada hora que pasa pierde fuerza, como la vida que la animaba hasta hace poco se le escurre, ahora ya sin altibajos sino en inexorable declive. Camino con ella hacía el sol del mediodía, ya diluida la niebla y la fría humedad que se agarraba a los bajos de la mañana evaporada, calentada por este sol que hoy sí permanece en estas pocas horas de luz. Cogida de mi brazo, el bastón que antes le ayudaba en el otro ahora hace poco por ella, lo arrastra en vez de apoyarse con fuerza en él. Tengo que acostumbrarme a la lentitud, vivir en ella, yo a quien los nervios llevan, pasito a pasito, deslizando los pies sobre las superficies rugosas, vigilando las trampas, la tapa de una alcantarilla algo levantada, una baldosa de cemento mal puesta, el escalón que separa la puerta de casa del suelo, el bordillo de la acera. La enderezo para que mire hacia adelante, que vea lo que tiene cerca o cuando llegamos al mirador la ciudad a sus pies, el cielo hoy libre de maraña nubosa, el caserío lejano, pero no lo consigo, que levante la vista, que abra los ojos.

Le he de preguntar varias veces para que me diga un no que solo es un sonido sin significado, si tiene frío o calor, si ve a un perrillo que pasa, si está rico el sol que le da en la cara. Solo alguna vez acierta y se lo hago repetir. Cómo adivinar lo que pasa por su cabeza, saber que hay algo, algo ordenado y con sentido. Si apenas puedo hacer que se arrastren los pies, como podría hacer que dijese algo. 

Ayer todavía discutía con B, en realidad discutía conmigo hablándole a ella, si podría aguantar la semana entera tal como me he propuesto, la semana con ella en casa. Yo decía como un sacrificio, casi como un gesto heroico, cuando no debería ocuparnos cosa mejor que la devoción por los demás. No hay valor superior que estar junto a otros, hablarles, atenderlos, hacer su vida más fácil pues, además, seguro que recibimos recompensa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

346. Experiencia y categorizaciones

149. EL filo de Wenlock (Cara B)

138. Cara B - Pozos profundos