138. Cara B - Pozos profundos
He
puesto la bici en automático y he dejado que me llevase. Me ha
llevado por los márgenes del río hasta el fin, hasta donde ya no
podía ir más allá. Mi cabeza daba vueltas a Pozos
profundos,
no había espacio para nada más. Más de una vez hemos dicho que ya
no había novela, que este género se había acabado. Qué tontería.
No hay espacio para las malas novelas (salvo en los aparadores de las
grandes superficies), las malas novelas nunca se han tenido en
cuenta. Hay novelas y relatos insustituibles, ninguna otra cosa puede
explicar lo que ellos explican. Así Pozos
profundos.
Cómo explicar esa experiencia, la madre que ve cómo su hijo se
pierde, el hijo probablemente no dueño de su voluntad, sujeto a
algún tipo de determinación. Hay cosas que se pueden explicar en la
familia, cosas que se le pueden decir al psicólogo, cosas en las que
te puede ayudar el psiquiatra. Pero hay otras que no, que se quedan
atrapadas en las sinapsis neuronales, porque no se comprenden o
porque son dolorosas y no se pueden explicitar.
La vida discurre con
cierta normalidad, dentro de la normalidad a la que uno ha adaptado
su vida, hasta que un día un meteorito venido del cielo te golpea y
la destruye. Quedas anonadado durante un tiempo, todos los caminos
parecen inservibles, pero haces lo posible para encontrar una nueva
normalidad, no te lo dices porque parece que
estés
cometiendo una traición, pero lo vas haciendo porque la vida sigue.
La vida es una constelación de rutinas, de pequeñas mentiras, o
grandes, no estamos preparados para ser siempre buenos y justos,
generosas y desprendidos. Sin traiciones, sin desprendimientos,
adelantaríamos la muerte, la nuestra sería una vida mortal. Qué
tratado podría decir todo eso, solo los relatos o las novelas
verdaderas.
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