142. Intensidad




Qué es la vida sin intensidad y sin entusiasmo. Ahora vivimos una vida amordazada o congelada, lo contrario de lo que toca. La floración de ahí afuera, los romeros y tomillos en flor, los álamos brotando, los insectos empezando a zumbar, los pajarillos que creíamos extintos o en vías volviendo donde parecía que habían desaparecido. 

Id por las veredas de los ríos, por los caminos, por los senderos, abriéndoos paso entre las hierbas crecidas, empapadas a primera hora, secas poco después, jilgueros, alondras, abubillas, aviones, mirlos, lavanderas, chochines, herrerillos, gorriones, que creías que decrecían y ahora no levantan el vuelo hasta que casi los pisas. Quizá la contaminación, quizá el ruido de máquinas, tractores, camiones que ha descendido. 

No puede más que provocar entusiasmo esta vuelta a la naturaleza. Pero no basta, hay que quitarse las capas de hielo acumuladas, ahora y desde mucho tiempo atrás para salir en busca de la experiencia, de experiencias antagónicas y extremas, pues es en el contraste, en la contradicción con lo que somos como revivimos y alcanzamos una vida más compleja y satisfactoria. La contradicción no debe vivir de la enemiga con el vecino de enfrente sino que debe resolverse dentro de nosotros mismos, aprender a pensar poniendo en solfa lo que pensamos como árboles viejos que nunca cambian de hoja.

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