144. Libertad o vida



Grita el filósofo, “Si tengo que elegir entre la libertad y la vida elijo la libertad”. La libertad siempre, siempre la libertad. No puede haber dilema más estúpido, como si pudiese haber libertad sin vida. Cuando se han gritado esas proclamas, ha habido esas dos cosas: libertad y muerte. Tras la revolución unos pocos consiguieron la libertad, y sus bienes, y muchos, los pobres, junto a los hombres viejos, la muerte. Por miles. Pasado el tiempo, la libertad queda a manos de uno solo, a todos los demás les corresponde la pobreza, la esclavitud y la muerte. Por millones. Pero, qué curioso, a ese hombre libre no se le llama tirano porque ‘tirano’ se reserva para quien fue derrocado.

Fijémonos en el caso de la revolución comunista rusa que recoge este tremendo artículo de John Gray:
En las olas de terror que comenzaron en agosto de 1918, después de que Lenin resultara herido en un atentado, el nuevo régimen soviético mató a sus propios ciudadanos en una carnicería de una escala sin precedentes. Durante los dos meses posteriores, se ejecutó aproximadamente a 15.000 personas por delitos políticos, más del doble de todos los presos ejecutados en los cien años previos de régimen zarista (6.321)”.

Tiranos se les dice a los zares, pero no a Lenin, ni a Stalin. El primero ha quedado como el gran revolucionario del siglo XX, del segundo, “el más humano de los hombres”, el poeta Neruda decía “Stalin es el mediodía”.



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