Si la literatura nos enseña algo es que la experiencia, cualquiera, no se deja encasillar fácilmente en categorizaciones. Los buenos escritores nos dan detalles y tramas que intentan mostrar la complejidad de las situaciones. En una conversación de bar entre amigos, y mucho más cuando se convierte en discusión (por no hablar de la caricatura que se ofrece en los chistes), simplificamos de tal manera que convertimos a los ausentes en guiñapos. Los demás son piezas de una colección que presentamos ante los demás con intención de salir airosos de nuestro fracaso. Qué sería un hombre cualquiera sin literatura, un bruto. La literatura le da la posibilidad de comprenderse a sí mismo. También la de ver en los demás seres complejos. Es paradójico, pero es en las mentiras que le ofrece la literatura al hombre común donde más cerca puede estar de la realidad. Se me ocurre está reflexión leyendo una entrevista en Babelia con Leslie Jamison .
“ El vendaval doblega los arbolillos. Sopla muy fuerte, y pronto pasará. Hoy el romano y sus cuitas son cenizas bajo Uricon” . (Alfred Edward Housman) Habíamos quedado con Pilar. Mientras llegaba la hora Enrique y yo paseábamos. Era otoño, las hojas alfombraban el paseo. La tarde tranquila y fresca sacaba a la gente a pasear. Se acababan de encender las luces cuando vimos que llegaba dejando atrás la estación de tren. En la chaqueta y falda corta plateadas rebotaba la luz, El pelo cardado le hacía parecer una cantante americana de jazz. Tuve que inclinar la cabeza para no aplastarle el pelo. De su cuello me llegó una vaharada de un perfume indefinible que me llenó. Toda aquella tarde me quedó prendido en las narinas, como si hubiese sido atrapado en una red invisible. En el Poncebos nos esperaba Étienne . Hacía tiempo que no nos veíamos. Hablamos y hablamos. No recuerdo de qué. De montaña, quizá, porque era la afición común, quizá Etiènne nos hablase de sus trabaj
He puesto la bici en automático y he dejado que me llevase. Me ha llevado por los márgenes del río hasta el fin, hasta donde ya no podía ir más allá. Mi cabeza daba vueltas a Pozos profundos , no había espacio para nada más. Más de una vez hemos dicho que ya no había novela, que este género se había acabado. Qué tontería. No hay espacio para las malas novelas (salvo en los aparadores de las grandes superficies), las malas novelas nunca se han tenido en cuenta. Hay novelas y relatos insustituibles, ninguna otra cosa puede explicar lo que ellos explican. Así Pozos profundos . Cómo explicar esa experiencia, la madre que ve cómo su hijo se pierde, el hijo probablemente no dueño de su voluntad, sujeto a algún tipo de determinación. Hay cosas que se pueden explicar en la familia, cosas que se le pueden decir al psicólogo, cosas en las que te puede ayudar el psiquiatra. Pero hay otras que no, que se quedan atrapadas en las sinapsis neuronales, porque no se comprenden o porque son dolorosa
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