26. De caza, excavaciones y pinzamientos


Me sorprende el cambio, hasta pareces locuaz, no es que mantengas una conversación pero dices cosas. Te pongo en las paralelas y caminas sola tras un leve empujoncito. Contemplamos embobados las geometrías del atardecer de una nube de estorninos, sus danzas y contradanzas, hasta que desaparecen detrás de un palomar, cuando apenas queda luz. Han encontrado el árbol, en una finca vallada, donde pasar la noche, así que, mientras caminas, te cuento mi conversación de ayer, en realidad tres, tres charlas con tres personas, esas sí locuaces. No hizo falta que les diese pie, un día por el campo da para eso, para charlar.

El primero, Bertones, ex cazador, me hablaba del fin del periodo de caza.

- ¿Hasta 1000 euracos?
- Entre 800 y 1000 y hasta 1500 se llega a pagar, depende del tamaño, pero sobre todo de la cornamenta, del árbol que llevan en la cabeza
- ¿Entonces son ciervos?
- Algunos, pero sobre todo corzos, de los que te hablo son corzos de rececho, aunque también hayrececho de muflones, rebecos y machos monteses, pero por aquí la gente busca cabezas de ciervos y corzos, un trofeo para colgar en el salón de su casa, a tanto la pieza, los hay que venden las cabezas por internet, el guía te lo busca, conoce el terreno, sigue el rastro, te lo pone a huevo, y te dice cuánto vale la pieza
- y los permisos
- tienes que tener todos los permisos, de armas, de caza, seguro, respetar la veda
- ...
- mi padre y mi hermano cazaban, yo también hasta que me case, mi mujer me dijo que lo dejase, y lo hice, lo dejé, yo he visto a mi hermano con 50 perdices, hasta que le explotó la escopeta, toda su vida en la armería, sabía de qué iba la cosa, debió metérsele una hoja en el cañón, alguna porquería, y le explotó, la mano quemada, en la comandancia se quedó la escopeta... Venían los guardias y le decían a mi padre, hoy necesito una liebre, por un compromiso, a veces les bajaba dos o tres.

El segundo, Manuel, quería enseñarme un castro cercano a Silos. Bajamos hasta una bonita cascada reactivada en este comienzo de invierno lluvioso, un paraje bonito de verdad, la cascada del Picacho, pero lo que él quería era hablarme, sin parar, de sus aventuras de arqueólogo aficionado. Lo suyo no son los periodos, ni la estratigrafía, sino el hecho mismo de remover suelo y buscar. Mientras caminábamos tropezó con un par de piedras de cuarcita:

- ¿Ves?, mira los golpes, intentaban darle forma, pero las dejaron tal cual, seguro que esta zona era una cantera, venían hasta aquí desde el castro, ahí arriba en el saliente, un sitio estratégico, protegido a un lado y al otro por vaguadas, quédate con esta si quieres
- ¿Y cómo te dio por esto?, ¿cómo te embarcaste en esta aventura?
- Leí que habían descubierto un Castro por aquí, en Silos, yo vivía entonces en Salas, llame al ayuntamiento y me pusieron en contacto con el hombre, tenía casa y venía con su familia, fuimos picoteando por toda la zona, aquí mismo encontré un hacha de doble faz, seguro que la desecharon, no habían completado el trabajo, me la cogió de las manos, la metió en una bolsa y hasta hoy
- No tomabais datos, el nivel, el lugar, las distancias
- Ni cuaderno, ni regletas, ni fotografías, nada de eso
- Y que hacíais con el material
- A las bolsas y a la mochila. Lo guardaba en su casa. Guardaba de todo, geodas, material lítico, hierro, bronce, fósiles, lo que fuera, no sé cuantos lugares de la provincia había excavado. 
- ¿Y los permisos?
- Tenía permisos, pero entonces todo era de otro modo, con escasos controles. En una ocasión encontró una docena o más de puñales, del periodo del hierro o del bronce, no sé, y los puso a la venta, por internet, pero lo pillaron
-¿Ya había Internet?
- Quizá no, el caso es que lo puso a la venta, pero la guardia civil se enteró y se los confiscó
- ¿Tenía formación académica?
- Sí, era catedrático, en la Universidad de Valladolid, no sé si de arte o de literatura, que al final es donde fue a parar todo el equipo
- …
- Un divorcio traumático, ya sabes como son esas cosas. La mujer lo denunció y allí se plantó la guardia civil, en su casa, delante de toda esa colección, se lo quedaron todo y se lo llevaron a Valladolid
- Pero si eran excavaciones en la provincia
- Pues se lo llevaron a Valladolid
- No has vuelto a saber de él
- No desde entonces, pero ayudo siempre que tengo ocasión

Al tercero, Leonardo, lo escuché por solidaridad. Tomábamos un café, renqueaba, le pregunté, teníamos la misma afección, un doloroso pinzamiento.

- He padecido toda la vida, o no recuerdo cuándo fue la primera vez. El cuello, la pierna, el brazo, calcificaciones, hernias, pinzamientos. He probado de todo. Del masajista salía como entraba, exactamente igual. Los traumatólogos no me han servido de gran ayuda. Las infiltraciones, nada de nada. Así que me fui al neurocirujano. Primero había que probar otras posibilidades, por dos veces, anestesiado, me metieron dos enormes agujas, pero no hubo suerte, y luego decidí que me operaran, ya sabes, la l5 comprimiendo la raíz nerviosa al deslizarse sobre la primera vértebra del sacro, la S1, cuando el disco, L5-S1, se desgasta. Pero aquí estoy, como antes, ni sentado, ni caminando, ni en la cama, un dolor insistente, que no para. Y no es la primera operación, ya me habían operado de una hernia discal cervical, tuve mucha suerte porque funcionó, por eso me confié y accedí a esta otra operación. No hubo suerte.

Me has ayudado a resolver cómo contar esto que quería contar. La noche se cierne tras la ventana, unas pocas farolas amarillas delinean las calles. Dos galgos, uno negro y otro de color canela, quizá abandonados ahora que el periodo de caza ha acabado, merodean la casa de enfrente, donde siempre hay perros ladradores, aunque ahora están sorprendentemente silenciosos como si los galgos fuesen amigos.



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