53. Humillación
Vemos
a un amigo sumido en el error, o eso creemos, que está profundamente
equivocado en algo que consideramos decisivo. Hemos discutido con él
con poco éxito. Entonces, un día encontramos un símil, un
contraejemplo, un argumento que destruye ese error con evidencia
palmaria o aún peor, en el calor de la discusión, nos burlamos, por
simple o ridícula, de la idea que defiende. Obtenemos una
gratificación racional con ese hallazgo o demostración. Lo que no
sabemos es que el amigo lo ve como una humillación, que la forma en
que lo hemos presentado le hiere en lo más íntimo.
No nos lo dice pero acabamos sintiéndolo. Es difícil reparar la
ofensa,
no podemos decirle que lo sentimos, que queremos reparar el daño que
le hemos ocasionado sin herirle de nuevo, sin que le hagamos sentir
una especie de inferioridad, tanto si acepta que estaba en el error
como
si considera que despreciamos su posición. El sentimiento de
humillación perdura, afecta a la autoestima y deteriora, a veces de
modo irreparable, la relación de amistad.
«Aunque había sido derribado por un burro, aprendí que humillar a otra persona es hacerle sufrir un destino innecesariamente cruel» (Nelson Mandela)
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