57. Otro hombre libre



"Cuando venía a vernos, solía asomar la cabeza por la puerta para asegurarse de que no había nadie que le desagradara, era bajo y poca cosa, con una cara fea y colorada picada por la viruela, tenía el pelo muy oscuro y le caía despeinado por el rostro, su atuendo era muy corriente y no seguía ni remotamente siquiera la moda que solía llevarse en aquellos días, sobre todo en nuestros círculos, además hablaba en un dialecto marcado y tenía una forma de expresarse bastante vulgar, ciertamente su porte carecía de refinamiento alguno, de hecho más bien lo contrario, era tan rudo en su aspecto como en su comportamiento, era muy orgulloso, he visto a la condesa Thun, la madre de la princesa Lichnowsky, de rodillas ante él, sentado en el sofá, rogándole que tocara algo y Beethoven no lo hizo".

Así veía a Beethoven una joven pianista, Frau von Bernhard, hacia 1800, joven que gozaba tanto de la simpatía del músico que le ofrecía sus obras para que las tocase, cuando acudía a salones en los que Salieri, Haydn o Sphor representaban la mejor música y los modales más apreciados.

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