60. Microcosmos
En
la 4, un hombre afeita a otro
mayor que él. Le
pane
babero, espuma, le rasura, pero deja que el
viejo se
limpie la cara. Luego le repeina el pelo blanco con los dedos y la
pasa la maquinilla. El hombre va y viene, atento, servicial. Le da
agua y luego una revista. En la misma habitación, una mujer se
mantiene al margen en una esquina, sentada en una silla.
En
la 29, un hombre delgado, con ropa de calle, jersey crema y
pantalón de pana azul, pasea de un lado a otro, con un teléfono
rojo en la
oreja,
luego estira el brazo hacia
quien está tendido en la cama, no adivino su sexo. El hombre de
pie no se
queda quieto. Por fin, abre un portátil y se sienta, la espalda
rígida en el borde de la cama. No dura mucho tiempo sentado,
enseguida vuelve a caminar con paso rápido como si estuviese en el
paseo de la Quinta, hojea un periódico, lo vuelve a dejar, se
sienta, abre el portátil, se
pone de pie.
Justo
encima, un triángulo contra el cristal, el que forman una cabeza
pelada como
una calabaza
sobre dos brazos desnudos. Duerme sobre la repisa de la ventana.
Justo
a su lado, una mujer de rasgos indefinidos, se lleva cosas a la boca
con lentitud, pegada al paño de cristal.
En
la 16, una
mujer sola
lee concentrada un libro, ligeramente inclinada hacia la ventana.
Debajo, en la 25, una mujer joven, relativamente joven, se calza una
cazadora floreada, un collage de bandas con gamas
de diferentes del
verd,
se prepara para salir.
En
la 39, un hombre muy gordo, de mediana edad, con un gran cangrejo
blanco estampado en una camiseta negra,
bebe de una botella, luego se extiende horizontal sobre la butaca
desplegable, como una tumbona en la playa.
En
la 41, cuatro mujeres forman un círculo de animada conversación con
sus butacas, de espaldas a las camas. Agitan los brazos, recalcando,
subrayando. No sé si los pacientes participan, no sé siquiera si
están
levantados.
En
la habitación de al lado, la 42, una mujer con una larga bufanda
sepia, se airea con un periódico, a su lado otra persona en una
butaca orientada a la ventana mira al exterior.
La
10, es la única con el fluorescente, o es un led, del cabecero
encendido. Junto a la cama una mujer sentada vela.
En
la 24, el paciente, con bata azul celeste, está sentado dando la
espalda al exterior. En las habitaciones de al lado, la de abajo y la
de la derecha, mujeres de blanco recogen sábanas, limpian respaldos,
pasan la fregona.
En
la 2, un joven con camiseta blanca, sobre dos muletas, apoya una
pierna en el pretil de la ventana.
Todo
en calma
a la
hora de comer, la hora del reposo. Nada se mueve en las celdas, salvo
el hombre delgado de la 29 que
camina sin
cesar
alrededor del teléfono rojo que gira con él.
De
pie, ante un gran ventanal
con cinco paños de cristal, un hombre observa, mueve el índice
sobre el pequeño teclado del móvil, mira al edificio rectangular
que tiene enfrente
y apunta, mira y apunta.
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