70. Qué quieres decirme


Con los ojos abiertos, de par en par, así hoy al llegar a tu habitación. Me has mirado de frente, largamente, como si quisieses decirme algo. ¿El qué? Has hecho una frase. No he entendido las palabras. Extrañamente abiertos, le digo a la auxiliar que trae la bandeja, aunque no sabe qué decirme, excepto los buenos días. Dices no, cuando te pregunto si quieres desayunar, pregunta tonta. Te pongo la cuchara en la boca, dejo que tus labios se humedezcan en la leche espesada, tragas porciones minúsculas. Te dejo tranquila. Bajo el respaldo de la cama. Sigues con los ojos abiertos, y la boca. Miras de frente. Por un momento el corazón se me acelera. Parece que te falte el aire. Qué piensas, te digo, qué pasa por tu cabecita, me ves, quieres decirme algo, te pregunto. Dices algo de si alguien ha venido. Soy yo tú hijo quien ha venido, te digo. Acuno tu cabeza en el cuenco de mi mano, mientras con el dedo gordo te acaricio la frente, cierras los ojos como un bebé que se siente protegido. Al fin, te sumerges de nuevo en la inconsciencia del sueño. Los ojos cerrados, la boca abierta. Te acaban de medir la tensión. Más baja que ayer 9/5 frente 12/6'5 de ayer. Toses un poquito, sin fuerza. En el exterior, se ha desatado la histeria. Ahora, tu respiración es profunda, sonora.

Cada día es un viaje que iniciamos cuando abrimos los ojos. Adónde nos llevará. Distinto al anterior, al del día de ayer. Parece que nada suceda en un día, se acumulan pequeños cambios que más adelante muestran su potencia. Un viaje que no parte de la nada, pero que alumbra novedades que no vemos o que tardamos en ver.


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