104. Partículas
Ha
perdido el río su color, su azulada transparencia. Baja el agua
disuelta en silicatos, con turbiedad
amarronada.
Desde donde lo observo, cosa de la perspectiva, no abarco más de
unos centímetros pero me bastan para verificar que el mundo no está
quieto y que la vida es un estrato que no acabamos de comprender del
todo. La roca disuelta que arrastra el agua fue
antes
caparazones
de seres vivos, diatomeas, que tras extraer el carbono del CO²
que necesitaban
para crecer
y mantener
su cuerpo en equilibrio, y devolver el oxígeno a la atmósfera,
cayeron
al fondo del océano y se convirtieron
en la
roca
que la orogenia prendió
y alzó
y la atmósfera desagregó
más tarde
para que ahora disuelta
vuelva
al mar. El maravilloso ciclo que hace de la Tierra un organismo vivo.
Así
tu te preparas para nutrir a la tierra que ofreció sus elementos
para que fueras durante breve plazo feliz y desgraciada, que ha visto
resbalar
tus lágrimas y ha
vibrado
con
el
alboroto de tu risa, una persona única que has querido y te han
amado, para descomponerte en carbono y fósforo, potasio y calcio,
magnesio y nitrógeno. Te incorporas pues al ciclo, no desapareces,
te descompones para entrar en
una
fase diferente como el glaciar se hace río y mar y
asciende para
convertirse
en nube, como algún día tú y yo seremos
parte de la turbulencia del
río, partículas de vida disueltas que van al mar que es el revivir.
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