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Llegó
y hablas con ganas, en medio de un llanto infantil, no sé si es
porque
me reconoces al llegar o porque
me incorporas a
tu mundo interior. Te pregunto y parece que estuvieras esperando para
hablar. Las frases surgen, sin contexto, pero formadas, con un
sentido que solo alcanzaría significado en el orden oculto de la
mente.
-
Mírala, mírala, la monja que queríais buscar. Hola, hola, si será
malona, malona
Si
intento indagar sobre el significado con
preguntas precisas,
callas, y tras un tiempo indefinido te sumes el silencio de los
ojos cerrados.
Cuando
te acaricio, despiertas de nuevo, con una especie de exaltación. Me
sueltas una retahíla de frases a medio hacer, mirándome de frente.
-
Y ésta, mira qué simpática viene para mí, tanto tanto que se queda
para mí.
-
Qué bien de todas maneras, qué bien,
qué bien, -dices acariciando la almohada sobre la que reposan tus
brazos.
-
Cómo te encuentras -te
pregunto
-
Desde que te veo a ti muchísimo, preciosa -así
en femenino, me contestas.
Tienes
una cantidad de energía que se agota. Tan exhausta que no te han quedado fuerzas para comer. Al despedirme no consigo
que
me digas
adiós.
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