109. El mundo perdido de la mente



Hablamos. En realidad, con tus fantasmas. Emites una especie de llanto. Nombras a quien no conozco. Dices que te visita, alguien harto desgraciado que te hace llorar, a quien le deseas el mal que te hace. Estas recuperada, es indudable. Una recuperación ficticia. La mente no es tuya o no te confiere identidad, solo fragmentos de ella, un puzzle que ya nunca se podrá recomponer. No sé si fragmentos de memoria o cosas de la imaginación. Tan pronto como bulle, se apaga.

Cada vez que te devuelvo a la luz con mi voz o con el dorso de mi mano en tu mejilla, recomienza el mundo fragmentario en el que me incluyes a veces como mujer, a veces como autoridad a la que tratas de usted, buscando una alianza contra quien quiera que mal te quiere.

Fragmento del mundo oscuro al que asocias emociones y sentimientos que se reflejan en el movimiento de tus cejas, en la boca, en la intensidad de la mirada, en el tono de la voz, en el impulso de tu cuerpo, recobrando lo que había desaparecido. Palabras, giros que vienen de otra época, de un oficio perdido (perder lo que se ha sacado).

Se van enlazando las frases, los lugares, las personas y con ellos las emociones, y sensaciones (yo también me voy a comer contigo), expresado con una rabia que no se sabe de dónde viene. Te digo que me voy a comer y dices, vamos, nos vamos, agarrándote a las sábanas, tirando como para escapar de ellas.

- Adiós, me voy a comer

- Adiós, veo que es buena persona


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