112. Como ese árbol



Para volver limpio a la sociedad humana has de salir de ella. Mira el día, la agitada atmósfera, la tenue luz, la vida estremecida pero palpitante, a la espera, ¿será esta una pausa prolongada del gran agitador?

No es posible esa vuelta para ti, solo el silencio que es la buscada consecuencia. Nada más que silencio. Tus ojos no oyen ni tu oído mira ni tu piel responde, salvo una leve contracción cuando soplo en el aire para que suene junto a ti.

Qué maravilla el árbol cuando acelera su verde expansión y qué poco le amamos por todo lo que hace por nosotros. Tú y yo no viviríamos sin él. El oxígeno que hace funcionar nuestros órganos, el carbono que construye los tejidos.

Como a ese árbol que hoy levemente se agita al otro lado de la ventana no te he agradecido mi ser y mi crianza. Sé que fui gozo y don para ti, fruto de tu plenitud, que te hizo plena. Gracias te digo ahora cuando es difícil que mi voz pueda traspasar el silencio que te abisma. Figuras únicas los dos de intensa y breve existencia con el fondo de la extensa horizontalidad del universo.

Y sin embargo, qué vidas tan distintas.

No veo mal que tantos como tú renunciaseis a pensar, para ti en el vivir mismo está el pensar, como el árbol no se pregunta, porque cree en el designio de ser árbol, en el acontecer está su ser, y como el árbol tú y todas las cosas que viven juntas cada una celebrando, hijas del sol y de la tierra, hermanas.


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