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"Oigo caer el tiempo, gota a gota, y ninguna gota de las que caen se oye caer" (Pessoa).

Llegó un poco tarde y ya la auxiliar te daba la comida. Con que torpeza. Las sábanas, el camisón, tu cara y cuello salpicados de crema de lentejas. Se ha ido. No has comido mal y cuando te limpiaba alzando tu puñito me golpeabas, ese gesto tuyo de aproximación, cariño y confianza. Permanece en ti mucho de lo que has sido.

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Cómo nos mentimos destilando lo peor de la poesía. Hoy es el peor de todos los días. El del libro. Cómo huelen esas frases sacadas del fondo sulfuroso sin que nadie se tape las narices. Las hacemos saltar de chat en chat con la risa nerviosa del saltamontes enjaulado. Bajo el brillo que una vez, una sola vez tuvieron, rastrea nuestro espanto, la torva alegría de la muerte.


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