115. Una sábana blanca



Ya cambiaban las sábanas, ya limpiaban los marcos de ventanas y puertas, ni había huella, ni un rastro quedaba ya de ti en esta habitación que durante más de un mes has hecho tuya. No había zapatillas, ni bata, ni la mantilla a cuadros, el peine negro ya no estaba. Una funda azul cubre el somier, de escay también azul la butaca en que por las mañanas te sentaban junto a la ventana.

Como una furtiva has escapado, antes de que yo llegara, como si está doctora Herrera, quisiera desembazarse de ti. Espero a que llegue y me diga. Hay agitación en el pasillo, carros con desechos y sábanas usadas. Habitaciones desocupadas. Una gran camilla se interpone a mi paso. Una sábana blanca cubre un cuerpo, lo adivino por los bultos y formas, las formas de un cuerpo humano. Lo mueve una auxiliar que me saluda mientras aparta carros de limpieza y aparatos médicos de medida.

Al teléfono, Sara me dice que ya has llegado. Estás muy delgada, dormida, arrastrada sin conciencia. No comprende como te han sacado del hospital. Te cuidarán, me dice, lo mejor que puedan.


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