93. Dilema
Estas
junto a la ventana, tu cuerpo consumido, musitas frases a medio hacer
("los padres cómo trabajan", "hay que llevar de unas
manchas de marfil"), fragmentos de recuerdos o débiles
construcciones de la imaginación. Nada tiene que ver tu consunción
con la enfermedad del siglo. Hace tiempo que has desconectado. No
perteneces a este tiempo. No morirás por este descontrol de quienes
nos suponíamos sabios, tecnológicamente eficientes. Perteneces a un
siglo fenecido, entraste como invitada a otro siglo cuyos inquilinos
no consiguen saber cuál es su textura, no hemos encontrado los
términos de su definición, y bien que lo creíamos.
Difícil
dilema el de nuestras sociedades en esta hora. Disminuir el número
de muertes ahora (viejos), aplicando un confinamiento duro, o aliviar
las muertes que la grave recesión que nos espera provocará por
hambre, miseria, desamparo psíquico y social (más jóvenes), si se
aplica un confinamiento relajado. Los muertos viejos de ahora,
diciéndolo crudamente, contra los más jóvenes muertos del futuro,
en un plazo más largo. Algunos supieron modular, buscar un
equilibrio. Se podía. Corea lo hizo: 50 millones de hh, 165 muertos.
Otros lo están haciendo ahora: Israel. Test tempranos y tecnología.
Es un mal chiste seguir pensando que Europa es un continente moderno.
Lo fue. Está abrasada por el formalismo, las regulaciones estrictas,
la falta de agilidad de un Estado que no es y las costumbres de una
población envejecida.
Empujo
tus párpados hacia arriba. Los cierras. Vuelvo. Por fin abres,
miras, dices ("Desiderio" "Y Felipe, sabes dónde
está?" "En el monte, donde se almacena... Y esta mañana y
esta tarde"). Incluso una breve sonrisa se dibuja en tu cara.
Levantas el brazo derecho, extiendes tu sarmentosa mano, quieres
coger algo. No hay nada a la vista. Los mantienes abierto mientras te
hablo del piar de los pájaros al otro lado de la ventana. “¿Los
oyes?” Me despido. “¿Estás bien?” "Bien, bien, no sé
dónde llegar".
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