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Si
el astro señorea, la multitud le ofrece su piel. Así hoy en este
barrio popular de la ciudad. Fuentecillas. No hay tienda, obrador,
súper, huevería
que esté abierta que no tenga una larga, larguísima cola.
¿Distancias?
A veces si, a veces no. Pocas mascarillas, poquísimas normalizadas.
Otro error a achacar a los incompetentes. Gente hablando largamente.
Un par, en un cruce de aceras sin ningún tipo de protección, a un
metro como mucho entre los dos. No sé, pero este descontrol al final
podría
resultar benéfico
porque consiga la
inmunidad
colectiva. Claro que a cambio de los tantos muertos. El
país con más. Eso sí, el sol llama a la celebración atolondrada.
No
he conseguido sacarte
una palabra, pero no he parado de hablarte como hablaría a un
pequeñajo revoltoso que se niega a comer. Me voy haciendo con alguna
técnica para encajar la cuchara entre tus dientes apretados. Si lo
consigo la primera vez, con la papilla en la boca, ya es más fácil.
Sosiego en la habitación cuando después de darte la comida vuelves
a la inconsciencia. Aquí sí, aislamiento total. Sin noticias, sin
nada ni nadie. El tiempo detenido.
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