179. Villaute


Bajando hacia Mansilla, superado el cerro que la separa de Arroyal, una capa de niebla cubría el valle. Se estaba moviendo hacia el este por el cañón del valle mientras en todo lo demás el sol doraba los campos de cereal. Pero mientras subía hacia Mansilla y luego bajaba ligeramente hacia Nuez de Abajo, la gasa de niebla se iba levantando a mi paso, descubriendo las matas amarillas, y blanca, violetas y verdes de los bordes de la carretera. Luego, en el páramo, hasta Avellanosa y después hasta Susinos, entre los ondulados campos de trigo y cebada todavía verdeando y solo algunos amarillos, aunque todavía no para la cosecha, una sinfonía de pájaros como hace años que no oía. Pájaros que me sobrevolaban, acompañándome un trecho, o que me esperaban en la carretera hasta que estaba a un par de metros para alzar el vuelo. Pasado Susinos, y la airosa torre de la iglesia de Tobar, la gran sorpresa de la iglesia románica de Villaute. Era la primera vez que pasaba por ahí, primero el torreón a la derecha, bajando por la carretera, y como escondida la portada abocinada y el ajedrezado de la ventana del ábside. Qué maravilla.



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