327. Mentir o no mentir

 

Hay un arte que sánchez domina como nadie (Ábalos es un buen imitador), el del énfasis. Lo vengo diciendo desde hace mucho, debería escribir una tesis sobre ello. Y le funciona. Por qué, porque cada vez tenemos menos memoria y por tanto estamos preparados para creer lo que se nos dice como nuevo si se le pone la convicción suficiente, pero sobre todo porque hemos sustituido el razonamiento (que exige una trabazón de argumentos sustentados en la coherencia; una habilidad que debería aprenderse en la escuela) por la emoción en bruto que se adhiere a una causa que creemos noble y justa

Cómo contraste de lo mal que lo pasan quienes no lo dominan (es decir, quienes sufren mintiendo porque no son narcisistas): Giuliani el otro día, cuando se le corría el tinte de su escaso pelo, y Escrivá en Las Palmas, el viernes, diciendo lo contrario de lo que sabía que debía decir.


Hombres para quienes la mentira es un traje al que se adaptan sin problema y otros que saben distinguir y padecen por ello.






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