356. Día cuervo

 


Una digestión regular, una siesta prolongada, el sentimiento de abandono o todo junto y la tarde se vuelve cuerva. No hace falta que llueva o el cielo esté sombrío, no porque las horas se encojan pronto como gallinas que se ponen a dormitar en su palo, no en vano el solsticio fue ayer mismo, es el vacío que se impone, anticipándose sin tener todos los permisos. Me pasa pocas veces, dejarme llevar, hacer el pasivo. Música, auriculares. Tendido en la cama, mis ojos desgarbados en la ventana. Pero también estos días suman, cuentas, una más, aunque sean vacías, hoscas como el cuervo.

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