36. Elogio

 

Leyendo el dietario de Ignacio Peyró reencuentro a personajes que fueron alguien, políticos, periodistas, escritores, salían en los periódicos, en la tele. Dan pena, la pena que uno siente viéndose en el pasado cuando se las prometía. Hace retratos terribles: Cascos, Maria Antonia Iglesias, Peñafiel, Expósito. Solo unos pocos saben sobrellevar la caída en la nada de donde proceden. Creyeron que alcanzar fama era importante, que quizá duraría para siempre. Pero qué puede haber más efímero que la política y el periodismo. Hay algo más espantoso, ser famoso sin ningún don. La fama corrompe y quizá la mayor corrupción es aceptar el elogio, creer merecerlo y vanagloriarse. Nada es perdurable en la condición humana. Solo los creadores duran un poco más. Pero seguramente solo los que llevan una vida apartada, contentos consigo mismos, sin esperar parabienes, tienen una vida digna, que es la que alcanza el mayor don, el autorespeto.


No hay nada más corruptor y tonto que un elogio, el que lo da corrompe su alma y el que lo recibe se vende por nada.


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