81. Tardes marzales

 



Cómo se llega a la primavera. En esta inhóspita ciudad muy malamente. Un día aparece un rayo de sol y pronto se lo traga un turbión. Adoro estas tardes marzales que después de una mañana helada y ventosa el sol cuando está de caída acaricia desde el oeste con su dorado velo los troncos de pino negro y la hierba de la ladera y más tarde al caminante distraído. Has de bajar en silencio o que la música que llevas en los oídos te acompañe. Parecen de otro mundo estos atardeceres que tiñen de miel las ramas y el aire hasta endulzar la melancolía que traías de casa. Y cuando vuelves, ya enteramente tú, hecho de ti, envuelto en nada más que tú mismo, aparece como en la tormenta de Giorgione la escena campestre, no la madre reciente semidesnuda, amamantando al hijo, sino una mujer joven reclinada junto a su auto, abiertas las puertas, postrada junto a él, también semidesnuda, anchas, doradas por el sol marzal las ancas. Vergonzoso, la he visto un instante y ella a mí, he seguido adelante y ella a lo suyo sin alterarse. La primavera huidiza es tan suya como mía y más me hubiera gustado mirarla pero llevaba contento conmigo, nada necesitaba.







Comentarios

Entradas populares de este blog

346. Experiencia y categorizaciones

149. EL filo de Wenlock (Cara B)

138. Cara B - Pozos profundos