83. Gore en la Odisea
El gore lo inventó Homero en la Odisea:
La muerte de Antínoo:
Mas Ulises certero alcanzó su garganta y la punta
traspasó el blando cuello y salió por detrás: el herido
se rehundió en el sillón y la copa cayó desprendida
de su mano; vertió su nariz grueso caño de sangre,
sangre humana en hervor; resbaló a tierra luego y la mesa
rechazó con el pie; los manjares vinieron al suelo,
revoltijo de pan y de carnes asadas.
La muerte de Eurímaco
Desnudó al decir esto el agudo cuchillo de bronce
con su buen doble filo y saltó sobre Ulises egregio 80
dando aullidos terribles; mas él a este tiempo una flecha
disparó que fue a herirle veloz por debajo del pecho
y en el hígado vino a clavarse. Dejando él la espada
de su mano caer, vacilante arrojóse a la mesa
y arqueósele el cuerpo; vinieron al suelo la copa 85
de dos senos y todo el manjar; con su frente la tierra
golpeaba en congojas de muerte, sus pies sacudían
por detrás el sillón y la niebla vertióse en sus ojos.
El fin de Melantio:
Por el patio, pasado el umbral, a Melantio traían:
con el bronce cruel le cortaron narices y orejas,
le arrancaron sus partes después, arrojáronlas crudas
a los perros y, al fin, amputáronle piernas y brazos
con encono insaciable. Laváronse luego los cuerpos
y se entraron en casa de Ulises. Estaba acabada
su labor.
Ni piedad tienen, Odiseo y Telémaco, por las doce doncellas que se habían encamado con los pretendientes. Ni muerte honorable a espada, sino ahorcadas
Y el discreto Telémaco entonces les dijo a los otros:
«No daré yo, en verdad, muerte noble de espada a estas siervas
que a mi madre y a mí nos tenían abrumados de oprobios
y pasaban sus noches al lado de aquellos galanes.»
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