127. Valmala

 


Ruta por el barranco de la Genciana. Saliendo de Valmala, ascendiendo en busca de cascadas. Cinco en total, unas con más agua y otras con menos. La primera parte una cuesta empinada con 500 m de desnivel. El hayedo está en el momento justo en que las hojas brotan, aún con ese color verde y tierno tan típico. En la mitad de la ruta se llega al mirador sobre el valle, con Alarcia al fondo. Nos lo hemos tomado con sosiego, dejándonos llevar por el día primaveral, casi el primero en la provincia. En el mirador hemos parado a comer y a hacer una larga siesta, interrumpida por un macho cabrío, que ha saltado por encima de los sesteantes, quizá sorprendido viniendo entre brezos. Se ha tomado una confianza desacostumbrada, olisqueando, buscando comida, permaneciendo con nosotros un buen rato. En ningún momento nos ha visto como extraños.


M. es un contador inagotable de historias. Siempre tiene alguna en la boca, ya sean cuentos infantiles o historias picantes, con mucho esperma y sexo. La historia del día, sin embargo, ha sido su gran decepción amorosa. Viene del Río de la Plata, separado con hijos, pero ha sido aquí donde ha ocurrido su extraña historia de amor. Una mujer casada también con hijos. Su marido estaba al corriente, consentía, incluso llegaron a salir juntos. Él esperaba que todo saliese bien, que se fuese a vivir con él. Tras años de convivencia, con ambas familias aceptando la relación, con vacaciones de hijos de ambas familias vacacionando juntos, la mujer no dejó al marido. M. lleva años padeciendo, incapaz de olvidar, de desenredar sus enmarañadas emociones. Se da cuenta, sin embargo, que topó con una familia de desequilibrados psíquicos.






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