131. Día 1

 El bus me deja en la T4. Llego a Ifema  en una línea de metro. 7 € por tres paradas, qué barbaridad. Llego a una avenida amplia que se desborda a derecha e izquierda desde un paseo central; Avenida de la capital de España, Madrid. No es broma, es la exacta longitud del nombre, con su redundancia. Solo a alguien de la derecha puede habérsele ocurrido y eso que se las dan de más inteligentes. Busco un banco para comerme el bocadillo y una lata de cerveza y encuentro un parque desangelado que lleva el nombre del Emérito y en él una plaza circular gobernada por un hermoso roble, flanqueado por otros ocho ejemplares de árboles cuyas hojas y corteza se parecen a las del haya pero que no lo son. En lugar de un tronco fornido y hermoso tienen tres o cuatro que se entrelazan según van creciendo Ese tipo de árboles que se inventan los jardineros o que importan vete tú a saber de dónde. El día está tonto, nubes que van y vienen, que se agrupan y se desemparejan dejando que el sol apriete o se oscurezca. 

Ya estoy arrepentido de hacer este viaje, de la espera hasta que me vengan a recoger, de este lugar donde vive nadie y cuyo único sonido es el tráfico y le graznido molesto de las picazas como en todos los parques. A nadie se ve por aquí salvo alguna chica que sale de los pabellones donde habrá sido engañada con alguna promesa que no se va a cumplir. Aquí estoy pues tras haberme comido un bocadillo de jamón, con dos horas por delante sin saber que hacer, con dos mochilas junto a mí, una grande y otra pequeña, y cualquiera que me viese podría pensar que he sido desahuciado o que mi pareja se ha ido con otro y me ha echado de casa. Cualquier cosa podría ser cierta porque nunca como hoy el tiempo se licua y con sus goterones ácidos funde al más pintado. 'Los las personas', como dice la ministra Díaz. Pues eso.

Luego veo que la plaza es un rincón ajado y reumático del enorme parque que se esconde detrás. Moderno nacionalista con  grandes extensiones de verde y profundas respectivas y un canal que lo recorre para que el agua forme parte del juego. Las primeras impresiones no suelen ser las mejores.