306. Sarajevo

 Nadja explica con pasión una historia de supervivencia. Es una profesora de primaria que también se dedica a explicar la historia reciente de su ciudad. Tiene gafas pelo corto y mueve agitadamente los brazos para enfatizar el relato. Nos explica cómo funcionaba el túnel que bajo la pista del aeropuerto conectaba a la ciudad con la zona exterior donde estaban sus compatriotas bosnios para protegerse de los continuos disparos que desde lo alto de las montañas lanzaban los serbios. Prefiere hablar de católicos ortodoxos y musulmanes en lugar de serbios croatas y bosniacos. De ese modo quiere reducir la carga étnica: por un lado el pueblo con sus diferencias que no tiene problemas de convivencia y por otro lado los líderes de cada comunidad con sus intereses particulares de poder y dinero. Nadja, superviviente ella misma -su padre murió en la guerra y su madre formaba parte del ejército- necesita ordenar la historia con un sentido finalista: el nombre oficial del túnel, al menos ahora, es el Túnel de la Esperanza o de la Supervivencia. Los sacrificados los muertos los desaparecidos -cien mil muertos en los 4 años que duró la guerra, entre ellos 1500 niños- han de tener un sentido. Su relato es terapéutico para ella y reconfortante para sus oidores. En toda guerra, sin embargo, se manifiesta la inhumanidad. Toda guerra está susententada en el terror. Cada vez que se la relata se la reordena de una manera diferente que satisface a quienes se hacen con el poder de contarla y a quienes quieren escuchar un cuento de aprendizaje de la bondad. 


Orgullosa nos muestra los diferentes barrios de la ciudad, en que qué punto exacto el pasado medieval daba paso al imperio austrohúngaro, la mano negra juvenil y Gavrilo Princip al periodo de Tito, cada periodo con su motivación y destino, como si las cosas no hubiesen podido ser de otro modo, como si la ciudad se hubiese ido construyendo necesariamente subiendo escalon a escalón. Y lo cuenta con tal emoción que quienes la escuchamos no podemos pensar otra cosa que aquello fue así porque no podía ser de otra modo. Y de hecho la ciudad que ahora vemos en paz y con la agitación de la vida que recorre sus calles y tiendas es la suma de todos esos acontecimientos.


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