305. Kravice, Bosnia

 En Kravice, Bosnia, en un parque nacional imposible, atestado de  variopintas gentes del lugar y  turistas, atravesado por un viaducto alto y largo, se prohíben las manifestaciones religiosas, supongo que para que no haya conflictos interétnicos, en el gran charco que forman las bonitas cascadas que todo el mundo ha ido a ver aunque en realidad lo que se hace es sumergirse en la charca, hay mujeres ataviadas de la coronilla a los pies que se dan un baño vestidas con sus túnicas de color crema o grises, ya sean musulmanas o católicas. 

Konjic es un pueblo pequeño de la Bosnia central pero el río Neretva y el puente, con una cierta semejanza al famoso puente sobre el Drina, en Visegrad, lo hacen hermoso. Uno puede pasar horas contemplando desde el alto mirador o desde las márgenes mirando la cambiante luz al paso de las nubes, los reflejos en el agua, la humanidad local que se pasea con sus formas tan diversas de vestir. En una cafetería el camarero que nos atiende al pasarnos la cuenta nos dice la cantidad pero no la moneda, si son euros o son marcos bosnios lo que nos pide. Le preguntamos si podemos pagar en euros, nos dice que sí, sin aclararnos si la cantidad, 17, eran euros o marcos. Se va contento después de habernos preguntado de qué país eramos y de qué ciudad. Cuando repasamos la cuenta caemos en que nos ha cobrado el doble, que es la diferencia de 1 € por 2 marcos. Cuando se lo reclamamos enrojece y nos devuelve el exceso.

Dormimos en Jablanica, otra ciudad al lado del Neretva, recuerda la guerra con la estructura metálica de un puente caída sobre el río. Llaman la atención las numerosas mezquitas unas con con un minarete otras con dos, unas blancas otras verdes, también los muchos jóvenes que se arraaciman en las terrazas cuando la noche ha caído.

Dormimos en Jablanica, otra ciudad al lado del Neretva, recuerda la guerra con la estructura metálica de un puente caída sobre el río. Llaman la atención las numerosas mezquitas unas con con un minarete otras con dos, unas blancas otras verdes, también los muchos jóvenes que se arraaciman en las terrazas cuando la noche ha caído.