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Hace
una mañana espléndida, de esas que invitan a ir al monte a saludar
a la primavera. La alarma ha sido anunciada aunque no decretada. En
la radio hacen llamadas a que la gente se quede en casa. ¿Lo hará?
Algunos coches hay en la calle, a esta hora, las 8, paseantes con
perro, Eudald Carbonell con sombrero y El País en la mano, alguna
bici, como la mía. He dudado si salir de casa, pero ¿insistirían
las cuidadoras tanto como yo en darte el desayuno, la comida y la
cena? Ayer comprobé que no. ¿Puedo dejarte en manos de otros? Te
has tomado la taza entera. Cada día comes mejor. Una sorpresa. Has
estado un buen rato con los ojos abiertos. Me has dicho, bien,
a todo. Ya los has vuelto a cerrar.
Por
la tarde decretan la alarma, pero la posponen hasta el lunes. Otro
despropósito. ¿Y van?
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