98. Resistes
- Ahora me acuerdo
- De qué de acuerdas, eh, eh, ¿de qué te acuerdas?
- De que me había acordado
- De qué
- ...
Postrada, extendida, salvo por las piernas dobladas por las rodillas en alto, después de que hace un momento te hayan pasado de la silla a la cama. Te limpio las legañas y otras humedades de tu cara. Tienes el ceño fruncido, los labios apretados con una pequeña apertura entre ellos, los dedos índice enlazados contrarrestando una tensión que no se aprecia. Resistes, tu sí resistes, quizá solo sea tu cuerpo, aunque algo vacila ahí dentro. No puedo hacer nada por ti, salvo acercarte mi voz y mi mano. No sé que aceptas mejor si eso o el silencio, levemente matizado por lo que llega por la ventana entreabierta. Sí que oigo, dices, de lo que llega de fuera. En ti, la mente se ha desorganizado primero, el cuerpo resiste.
Nuestra época es heredera de la bondad. Hubo hombres, como el San Juan de Dios de la estampa que preside tu cama, que dieron sentido a la caridad cristiana. El estado moderno heredó y funcionarizó los cuidados. Hay un desamparo superior, metafísico. Nos cuesta comprender y aceptar la pura materialidad. El polvo eres. El tránsito del polvo al polvo lo hacemos solos.
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